Estoy en Barcelona, cuento con 15 días libres. Quiero escapar de la ciudad pero no se a donde. Deseo naturaleza, libertad y sobre todo que sea económico. En base a esta última descarto Portugal y gran parte de Europa. Quedan en mi cabeza Andalucía (España, recomendado por @Sin_Mapas), Mallorca (Posible alojamiento gratis) y Marruecos que es la que más tentadora para cambiar de mundo. Pero tengo sentimientos encontrados, la gran mayoría me dice que no es gran cosa y son muchos días. Hablo con mi amigo Alberto que está viajando en bici y me recomienda Fez para no caer en una masividad de turistas.
A punto de sacar el pasaje, Agus (Amigo que vive en Barcelona) me dice “¿Por qué no haces el camino primitivo a Santiago?”. ¿Y eso que es?.. me cuenta un poco sobre la historia. El apóstol Santiago fue enviado por Jesus a Galicia para transmitir su palabra. Fue, volvió. Lo mataron. Bla-bla. Un poco de historia y fue un Rey el primero en realizar la peregrinación.
Desde Oviedo hasta Santiago de Compostela. En total son 13 días de caminata por un total de 320 km. Existen varios caminos a Santiago desde diferentes puntos de Europa. El primitivo es elegido por sus paisajes abiertos y su paso por pequeños pueblos.
Investigo un poquito, leo, miro unos videos y me encanta. Naturaleza, pueblos, conocer gente de todos lados, libertad, no vuelos. ¡Cómpro!
Saco pasaje con la idea de ir unos días, me parece mucha la distancia. Cuando se lo comento a Agus me dice:
– “Si no volvés con la estampita, acá no entras”. Serio me lo dijo. ¡Mierda!
– De última, acortalo, no comiences en Oviedo.
No quería presiones, pero con el pasar de los días me fui enganchando más y más. Sabía que una vez que inicie lo iba a querer terminar.
El primero de Mayo del 2023 tomé el vuelo a Oviedo. Decidido a obtener información sobre el camino y poder achicarlo a 8-10 días. Arribando el capitán dice: “Bienvenidos al principado de Asturias”. ¡Fua! ¡¿Dónde estoy?!
La ciudad se ve bonita. Cuenta con una catedral grande y se comienzan a ver en el piso el símbolo característico del camino de Santiago, la concha. Me dirijo a la oficina de turismo ya que en la iglesia no contaban con credenciales del peregrino. Esta es un papel necesario para alojarte en los albergues del peregrino, los más económicos. Y es la que certifica que has recorrido el camino para obtener la Compostela. Ellos me recomiendan comenzar en Pola de Allende, pero al ser feriado no hay bus. Tengo uno a Tineo que sale en breve. Desde allí serían 242 km, mas o menos 10 días. Dudo. Es mucho. Pero son los mejores paisajes. Compro ticket en la empresa ALSA. ¡Vamos con esa!.
Playlist con temas compartidos por gente del camino.
Llego a Tineo con una vaga idea de todo. Mis miedos son el alojamiento y las comidas. Me sorprende una ciudad pequeña, en las alturas, escaleras para todos lados, sin gente en las calles. Voy camino al alojamiento más económico no muy cercano a la terminal. A lo lejos visualizo ropa colgada y gente en la puerta descansando. Me saludan en Inglés. Me acerco para hacer el “check-in”. Un español me muestra el cartelito de la puerta, “Vuelvo a las 20”. Me mira y me dice: “agarrate una cama, y si no viene mejor así no pagamos”.
El lugar cuenta con una habitación gigante con 24 camas, me hace acordar a los campamentos del colegio. Algunos preguntan por sábanas, las cuales no hay, solo algunas mantas en un rincón (Yo cuento con bolsa de dormir adquirida en el Decathlon a último momento), un baño para hombres con dos duchas y un inodoro. Una cocina vacía. Creo que ví un lavarropas y una pileta en el patio con un tender.
De toque me hago amigo de unos españoles mayores que yo. Me preguntan si mañana hago la ruta de Hospitales, no tengo idea de que me hablan. Le digo que estoy nuevo, comienzo a caminar hoy. Ellos vienen desde Oviedo, y justo aquí se bifurca el camino en dos tramos. Uno teóricamente “más bello” por donde funcionaban hospitales, y otro directo a Pola de Allande, más o menos a 30 kilómetros. La primera un poquito más larga. Les comento que quiero ir a lo seguro. No me conozco. Interrumpo con preguntas del tipo:
– ¿Cuántos km caminan por día?¿Cuántas horas?¿Hay agua?.
– Más o menos 20 km por día en 6 horas, hay agua y comida (Lo tienen súper planificado).
Mientras desarmo mi mochila, a mi izquierda un español habla por teléfono y se queja de las ampollas, está muy preocupado. Recién es el tercer día, le faltan 10. Corta, me mira y dice:
– “Pues tío, ¿tú qué opinas?”.
– Mostrame. No es para preocuparse. A mi siempre me salen ampollas, ahora la onda es cómo te llevas tú con ellas.

No está canchero con el tema, no es de caminar mucho. Me cuenta que tiene un calzado apropiado. Le aconsejo que tomen aire, medias limpias y curitas. Y que camine hasta que no pueda más. Está todo en la cabeza.
Él forma parte de un grupo de 6 personas. Se conocieron en Oviedo al inicio del camino. Súper buena onda me empiezan a orientar sobre el camino. Por empezar, estaba leyendo el símbolo de manera incorrecta, es al revés de como pensaba. La base de la concha hace referencia a Compostela, mientras que las líneas simulan los caminos de los peregrinos hacia la ciudad. En algunas ocasiones está acompañada por una flecha para evitar confusiones.
Un gran consejo fue la aplicación “Buen camino”. Allí te indica sobre los alojamientos y los servicios disponibles en cada pueblo. Además te advierte sobre necesidades en la ruta, como la falta de agua o alimento.
Algo que vengo observando desde mi llegada eran las mochilas ajenas. Cuantos kilos lleva cada uno. No veo ninguna de más de 50 litros. Yo estoy con 75 litros. 12 kilos más o menos. Me dicen que es un montón. Me vine preparado para un viaje a lo mochilero, sin saber que íbamos a contar con colchones y calefacción por las noches. Tengo mucho abrigo. La gran mayoría no pasa los 7 kilos. Y eso que aún no tengo comida. Debo pensar cómo resolverlo.
Tipo 21 ya están todos en la cama. A las 22 se apagan las luces. 6 am escucho ruidos. Abro un ojo a las 7 y ya no estaban la mitad de las personas. Arranco a caminar a las ocho. Uno de los últimos en dejar el albergue. Al principio se torna fácil, la señalización es clara, y cuando se presenta una bifurcación hay que estar atento para donde apunta el símbolo de la concha. Si hay más dudas, con la app lo resolves.

Me siento cómodo, excedido de peso pero bien. El camino comienza saliendo del pequeño pueblo. A los 10 minutos ya estás en el bosque, y cuando te diste cuenta estás en la peli del señor de los anillos. Paisajes abiertos con montañas y animales, personas labrando la tierra, me encuentro cruzando arroyos y tomando agua de vertientes naturales. Todo lo que está bien. Soy un niño en mi cuento favorito. Vale detenerse a contemplar. Vale pensar. Vale no correr. Vale no pensar. Todo está bien.
Me voy conociendo a mí mismo, cuando hacer pausas, cuánto tiempo, cuándo y qué comer. Muy poca gente en el camino, pueden pasar horas sin cruzar a nadie. Y cuando sucede, entablas unas palabras, si pinta caminamos juntos, sino cada uno sigue en la suya. Todos súper buena onda. En la misma sintonía. Se respira buen ambiente, colaborativo y atento a cómo se encuentra cada uno.
El lenguaje es una gran limitación, la mayoría son extranjeros, logro darme a entender con mi humilde inglés. Poco a poco voy mejorando mi comprensión. El lenguaje de señas siempre está presente, y más cuando ni siquiera contamos con lo mínimo. Me pasó con una mujer de Lituania. Al cruzarnos todos los días entablamos un hermoso vínculo solo con señas. Cenamos y hasta llegamos a caminar unos largos períodos juntos. Si sonreía ¡Estaba todo bien!.
El primer día caminé 8 horas. Fueron casi 29 kilómetros. Cansador. Pero el principal problema lo tenía en el peso de la mochila. Era mucho y no contaba con comida. Me gusta llevar frutas y comida, frenar donde más me guste y rancharla. La mayoría de las personas van preparadas para alimentarse en las cafeterías del camino, es bueno para viajar ligero, pero no hay como disfrutar de tu almuerzo en el medio del bosque con un perro lobo a tu lado con las patas en el agua.

Llegué a Pola de Allande a las 16. Me encontré en un albergue a voluntad con cena vegetariana a las ocho. El universo está de mi lado. Pego onda con el cocinero colombiano que está súper copado con la serie de Fito y hablo de actualidad Argentina con Stephan (Holandés dueño del albergue) que vivió siete años en Tigre, Provincia de Bs.As.. En la cena me dejaron bien clara una cosa, “Sin vino no hay camino”. Mi misión era seguir transmitiendo el mensaje.
Daniel me abre los ojos con una hermosa idea. Mandar por encomienda lo que me sobre de equipaje. Nueve días llevando abrigo que no voy a utilizar no está bien. El Colombiano me acompaña hasta el correo. Cerrado hasta el otro día a las 10.30. ¡La pucha! Me voy a dormir con esto en la cabeza.
Me despierto a las 7. Hay desayuno a voluntad con pan casero, frutas y todo lo lindo de este mundo. Mientras me pego una buena panzada, decido enviar el equipaje excedente a Santiago de Compostela. Me obligo a lograr el objetivo y camino más liviano. Me atrasa, y mucho la salida. Es ahora o nunca.
Abre el correo y soy el primero, además del único. Me explican que hay un servicio propio para el peregrino con varias opciones. Elijo la más sencilla y me desprendo de 3 kilos. El paquete me espera en destino por 15 días. Me siento una gacela. Puedo caminar mucho mejor. El camino es sinuoso. Las subidas cuestan mucha energía. Las bajadas se sienten en las rodillas. Me advirtieron que los próximos 4 días son los más complicados.
El plan es llegar a “La Mesa”. Son las cuatro de la tarde. Me restan 5 kilómetros y solo comí fruta. Me cruzo con el grupo viajero en Berducedo, un pueblo anterior, ellos llegaron por la ruta de hospitales y se hospedan aquí. Me cuentan que el alojamiento cuenta con cocina equipada, sábanas descartables, lockers y solo cuesta 6€. Me invitan a quedarme con ellos. Les digo que lo voy a pensar mientras almuerzo algo en el restaurante del pueblo. Solo consigo una ensalada (lechuga, tomate, morrón) por 8€. Eso no es comida. Cuando estoy por salir se larga la lluvia. No era negocio. Entiendo el mensaje y decido plantar bandera. Aprovecho de la cocina y me hago un buen arroz con hongos y legumbres guardando un resto para el día siguiente.
Al otro día arranco tipo 8 de la mañana, soy el último en dejar el albergue. El día está gris, a los 15 minutos comienza a llover. Un arcoíris sobre el valle me roba una sonrisa. Por suerte estoy preparado gracias al equipo de lluvia que me prestó Laura. El paisaje cambia mucho, el viento se hace sentir. Solo hay que pensar en caminar. Fueron dos horas y media bajo el agua. Chapotear un poquito en el barro también tiene lo suyo. Atravieso unos parques eólicos, cosa que me parece muy flashera. Primera vez que estoy tan cerca. Los paisajes siguen sorprendiendo. Y ahora sí, equipado con comida, donde veo un buen sitio me tiro a descansar y comer. Se siente súper relajante. Solo en el medio de la nada disfrutando de la inmensidad.
Mi cuerpo se va acostumbrando a la rutina, me siento mejor, tanto al inicio como al final. Cuando arribo a destino lo primero es registrarse en el alojamiento para asegurarse el lugar. Me quito el calzado y las medias. Que respiren los pies. Si hay ampollas me quito las curitas. Si me agarró agua y el día está sin lluvia pongo a colgar las prendas húmedas. Me pego una ducha de agua caliente. Lavo y tiendo la ropa.

Como soy vegetariano apuesto a cocinar ya que es muy complicado conseguir comida sin animales. Los restaurantes cierran la cocina a las 16. Muchos peregrinos llegan y van a comer.
Ya bañado y renovado, busco el supermercado si es que no cuento con algo propio. Los pueblos más grandes cuentan con supermercados del tipo Froiz o Eroski (grandes), en otros sólo puedes encontrar un pequeño almacén con lo básico (Muy útil la app para “Buen Camino” para conocer sobre ello). Compro para el almuerzo/merienda, pienso en la cena y lo que puedo llegar a comer mañana. Frutas y frutos secos no pueden faltar. Me cuesta mucho medirme con las compras. A veces siento que soy una verdulería ambulante.
Los albergues públicos son muy lindos. Bien al estilo Europeo donde no falta nada. Son económicos. 8€. Tienen cocina de primer nivel pero no tienen menaje (batería de cocina). Me comentaron que la quitaron por la pandemia y nunca la han vuelto a reponer. Los baños casi siempre están impecables con grandes duchas. El único tema es que cuentan con capacidad limitada y no se puede reservar. La época del año y la cantidad de peregrinos hará que sea más o menos complicado hacerte de un lugar. Por ello lo recomendable es comenzar y llegar temprano.
La otra opción son los albergues privados, los hay con habitaciones compartidas, baños privados o compartidos y más variedad. Aquí el precio comienza mayormente en 15€. Si quieres caminar sin prisa es la mejor opción. Ya que no importa el horario que llegues vas a tener tu cama esperandote. No es necesario abonar por adelantado, solo debes comunicarte por teléfono. Los hay con desayuno, cena, laundry y todas las comodidades. Solo en dos ocasiones me alojé en sitios de este tipo ya que los públicos estaban cerrados por fuera de temporada. La verdad es que no se le envidia nada. Personalmente prefiero lo nacional y popular. ¡Siempre!.
El camino siempre tiene algo para sorprenderte. Desde una vaca que aparece asustada corriendo por un minúsculo sendero perseguida por una señora mayor con un palo en la mano, hasta adentrarte en el patio de una casa dudando si estás en el camino correcto. Esto es hermoso. El camino no respeta construcciones, mejor dicho, estas son más nuevas. Perderse tiene lo suyo también. Colgado con el paisaje y sin ánimo de mirar el celu, me ha pasado de perderme en aldeas y caminar un largo trecho. Si pasa un tiempo y no ves ninguna concha es muy probable que te hayas equivocado. Tocará respirar profundo, revisar el celu y volver. El problema es cuando estás cansado y sin agua. Vas a aprender.
Los días van pasando, desayunar liviano es clave. Chocolate a media mañana aporta un shot de energía. La lluvia sigue presente. La primavera es así me comentan los nativos. El grupo se termina de consolidar gracias a la solidaridad. Ampollas y calambres de todo tipo son los temas cotidianos.
Me gusta caminar solo. No quiero música. Quiero escuchar y escucharme. La batalla más difícil es con mi cabeza. Que no me gane la ansiedad. No me debo volver loco por llegar. Cada vez que entro en razón me permito bajar un cambio.

Día 6. Uno de los días más largos. No llegábamos más. El final lo hice junto a Elisa. Pegamos buena onda. Nacida en Alemania y vegetariana. Hicimos una linda dupla. Exhaustos nos sorprendió una muralla romana enorme en la entrada de la ciudad, la cual nos renovó las energías. Ducha y a conocer.
Lugo es grande. Muchos viajeros lo eligen como destino final ya que luego el camino primitivo se une con el Francés y luego con el del norte, cambiando notablemente la cantidad de peregrinos. El pueblo cuenta con una catedral enorme y una muralla que rodea el casco histórico. Caminando sobre ella da la sensación de presenciar otra época. Esquivando flechas y atacando arietes logramos volver a la realidad en busca de frutas para el próximo día.
“Lo más lindo del camino es su gente”. Puedo resumir la experiencia en esa frase. Cena de despedida con Walter, Alemán de 55 años, este es su quinto camino. Aprendo mucho con estas charlas. Y me interiorizo en temas como la independencia de Cataluña o si quieren al Rey con el resto del equipo español.
La partida de Lugo dejó un sabor amargo. Alberto no puede continuar, una rodilla y un médico le dice que debe hacer una pausa. Partimos con la idea de encontrarnos más adelante. El camino cambia presentando mucha carretera. Más allá de ello no hay complicaciones. La noche anterior me alertaron sobre la ausencia de alojamiento y terminé reservando una cama a las 22.30 hs, cosa que es muy tarde. Ferreira no tiene nada, no hay súper, no hay restaurantes, solo un par de hostales en los cuales también debes reservar la comida.

Al no contar con opciones estamos todos en casa disfrutando de unas buenas birras. Mientras hago de traductor entre una pareja de austríacos me gano una copa de vino y un menú vegetariano.
Parto de Ferreira el día 8. Se comienza a visualizar el fin del camino. Alegría por estar cerca de la meta. Tristeza porque llega su fin. Está etapa resulta sencilla. Solo una garúa finita al inicio. Cuando me doy cuenta estoy a cinco kilómetros. Soy uno de los primeros en llegar a Melide.
Mañana es un día clave. Una de las etapas más largas. No puedo fallar. Ya aseguré mi vuelta con boleto de avión, retiro de equipaje en el correo y posible visita a Finisterre. Son más de 30 kilómetros, “el rompepiernas” lo titula un señor en el albergue. Me preparo psicológicamente. Compro provisiones e intento ir temprano a la cama. Cosa que nunca logré, ni iba a lograr.
8 am estoy caminando. Hace frío pero no me importa. Ni siquiera me pongo la ropa térmica. Estoy convencido que este es mi día D y debo llegar. Contrarresto el malestar del camino de cemento con charlas entre los viajantes. Estás etapas son buenas para conocer gente. Cuando me doy cuenta estoy cerca del mediodía, se nos adelantó la Lituana, Daniel quedó esperando a Alberto y con Elisa tenemos hambre. Es momento de almorzar. Ambos contamos con nuestro tupper. Elegimos un sitio con buena vista y hacemos nuestra pausa.
Continuamos a bingo prometiéndonos elongar cada una hora, Elisa configura una alarma, pero nunca la respetamos. Sentí varios pinchazos en el gemelo izquierdo, motivo de preocupación y tuve que bajar el ritmo. Entretenidos entre particularidades del “Ingles – Alemán – Español” el tiempo fue pasando y solo restaban los últimos 3 kilómetros. El día más complicado estaba llegando a su fin.
Gracias a Elisa, siempre atenta al camino, logramos llegar al alojamiento que estaba fuera del sendero. Nos recibe una gallega con toda la buena onda, el lugar es enorme, inaugurado hace dos años en excelentes condiciones. Festejamos nuestra llegada junto a las chicas de Estados Unidos que ya estaban instaladas.
Me saqué un peso de encima. Estaba a un día de lograr la hazaña. Me sentía perfecto. La meta estaba muy cerca. Entre risas y vino con limón transcurre la última cena del reducido grupo. Me invitan a sumarme al otro día a las 7 am para llegar todos juntos a la misa en Compostela. Dicen que es muy linda. Pero ese horario no está a mi alcance. Prefiero tomarme mi tiempo, arrancar tranquilo y disfrutar del último día.
Para no perder la costumbre soy el último en abandonar el lugar. 18 kilómetros me separan de Compostela. A buen ritmo comienzo a adelantar peregrinos, las subidas son mi fuerte. El camino presenta mucha carretera y cemento, pero deja saborear algún que otro claro para almorzar con una buena vista. El alma vuelve al cuerpo cuando veo a lo lejos la ciudad de Santiago de Compostela, y si hago un esfuerzo distingo la cúpula de la catedral.
La idea siempre fue llegar sin pausa hasta la iglesia. Pero al irme acercando notaba en los albergues los cartelitos indicando que estaban sin vacantes. FULL. Decido primero buscar donde dormir. Inteligente decisión. No fue fácil, y tuve mucha suerte. En el tercer sitio que consulto, me dicen que está lleno, y cuando estoy cruzando la puerta de salida llaman cancelando una cama. Justo para mí.
Todo de piedra, me siento en la época medieval. Lo que mires tiene mil años. Historia por doquier. Todo impresiona. Y sentís que al mirar una cosa te estas perdiendo otra. Caminando siguiendo el camino guiado por las señales en el piso me adentro en la ciudad. Imagino carruajes, arqueros y curas con sus sotanas. Es todo muy loco. Una fuente. Un pasillo. Una gaita sonando en la entrada a un túnel. Y al cruzarlo. La catedral. Todos los edificios impresionan. Pero al llegar a la plaza frente a la catedral la imagen te vuela la peluca. Es imponente.
Frente a ella muchos peregrinos contemplando tanto la iglesia como el objetivo logrado. Algunos sacan fotos, otros descansan. Llegan en bici, de a grupos, solos, en pareja. Algunos físicamente enteros, otros bajo los hombros de algún compañero. Se respira alegría. Se observa felicidad en los rostros de las personas. Me siento realizado.
El viaje llegó a su fin. Pero siempre hay ganas de hacer algo más. Es jueves por la tarde. Tengo vuelo el sábado por la noche. Boludeo un rato. Veo opciones. Finisterra me llama mucho la atención. Hago las averiguaciones y compro un boleto para el viernes por la tarde con intención de ver el atardecer en el faro del fin del mundo.

Al otro día me levanté temprano para aprovechar la mañana en Compostela. Algo que siempre me gusta hacer son los FreeTour. Económicos y súper entretenidos te enseñan a mirar la ciudad con otros ojos. Siempre los recomiendo. Aprendo un montón de cosas, entre ellas que el apóstol Santiago fue enviado por Jesús a transmitir su palabra hasta el fin del mundo. Lugar a donde voy.
Elisa se suma al último bondi a Finisterre. Los números no dan y llegamos con el sol bajo el horizonte. Aún debemos caminar 3 kilómetros más hasta el faro. La tarde cayó por demás, pero la picada veggie con un vinito sentados sobre rocas contemplando el faro y el fin del mundo nos hacen saber que estamos en el lugar correcto.
Un sol hermoso nos despierta en la mañana del sábado. Nos cuentan que hay dos playas, una tranquila donde se puede nadar, y otra ventosa a mar abierto. Nos hacemos del almuerzo en los pequeños almacenes atendido por gente mayor súper agradable. Cerrar el viaje con los pies en la arena no tiene precio.
Por mi cabeza pasan muchas cosas. Lo que pensaba la gente en otros tiempos. Nunca miré el mar pensando que no hay nada del otro lado. Me quiero poner en ese lugar y momento de la historia. Reflexiones van y vienen.
Almorzamos y Elisa se va a caminar. La veo a lo lejos con los brazos abiertos girando en círculos, bailando con una energía súper contagiosa. Todo está bien.
Gracias Agus por la recomendación. Fue un viaje sanador. No soy el mismo.

¿Qué llevar en la mochila ?
Dejo una lista con todas las cosas que he llevado en mi mochila. Cuento con una High Sierra Appalachian 75 Litros + 10.
- Ropa de lluvia (Campera + pantalón)
- 1 Campera de trekking
- 1 Buzo de abrigo
- 4 calzones
- 4 pares de medias
- 1 par de zapatillas de trekking. Si son resistentes al agua mejor. Sino puede ser recomendable llevar otro par.
- 1 par de ojotas. Para descansar los pies y para bañarse.
- 4 remeras. Secado rápido mejor.
- 1 Toalla (Lo uso como repasador).
- 1 Toallon.
- 1 Calzas térmicas.
- 1 Remera térmica.
- CamelBack de 2.5L. Va dentro de la mochila para llevar agua. Botella de agua es lo mismo.
- Shampoo.
- Crema de enjuague.
- Jabón.
- Jabón para la ropa. Puede ser el mismo que el anterior.
- Cepillo de dientes.
- Pasta de dientes.
- Bolsa de dormir.
- Cuchillo. Tenedor. Cuchara.
- Tupper. Yo lo usaba como ensaladera y para transportar la comida.
- Para comer en el camino de rápida asimilación: frutos secos, banana, chocolate puro, queso parmesano (Recomendados por el maratonista Paulo).
Hoja de ruta
Día | Salida – Llegada | Km Recorridos* | Desde – Hasta |
---|---|---|---|
1 – Mar. 02/05 | 08.00 – 16.00 | 28.9 km | Tineo – Pola |
2 – Mié. 03/05 | 10.15 – 16.00 | 19.3 km | Pola – Berducedo |
3 – Jue. 04/05 | 08.15 – 14.45 | 22.5 km | Berducedo – Salime |
4 – Vie. 05/05 | 08.20 – 15.00 | 26 km | Salime – Fonsagrada |
5 – Sáb. 06/05 | 08.15 – 14.15 | 24 km | Fonsagrada – Cádavo |
6 – Dom. 07/05 | 08.20 – 15.45 | 30 km | Cádavo – Lugo |
7 – Lun. 08/05 | 08.25 – 15.00 | 26.5 km | Lugo – Ferreira |
8 – Mar. 09/05 | 09.00 – 13.30 | 19.2 km | Ferreira – Melide |
9 – Mié. 10/05 | 08.00 – 16.10 | 30.3 km | Melide – Pedrouzo |
10 – Jue. 11/05 | 08.10 – 12.30 | 17.9 km | Pedrouzo – Santiago |

Con Confianza
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